DOMINGO II: Contra el pecado
(Jn 1,29): “Este es el
cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
Juan Bautista presenta a
Jesús con un título y una misión que han servido después para identificar a
Cristo a lo largo de los siglos. Le llama “cordero de Dios”, con todas las
alusiones que lleva consigo ese apelativo y que anuncian ya, mucho antes del Viernes
Santo, cuál será el final del Maestro. Y dice de Él que ha venido “a quitar el
pecado del mundo”.
La definición de Juan no conviene olvidarla. No conviene
perder de vista algo que lentamente tendemos a oscurecer: que Cristo es el
salvador, el redentor, el libertador de la humanidad. Y que esa liberación se
ha hecho mediante la lucha contra el pecado.
Hay un pecado que podríamos llamar estructural, social, que
tiene terribles consecuencias sobre multitudes. Pocas veces podemos hacer algo
contra este pecado, pues casi todos nosotros somos demasiado pequeños. Hay otro
pecado que nos cae más a mano y es el nuestro; contra ése sí podemos luchar. Y
resulta que este pecado fastidia enormemente a los que nos rodean, haciéndoles
con frecuencia la vida difícil e incluso imposible
Dejemos a Jesús que quite el pecado del mundo –el estructural
y el personal-. Colaboremos con él luchando contra ambos pecados, con todas
nuestras fuerzas. Por el bien nuestro y el del prójimo.
PROPÓSITO: Colaborar para que desaparezcan
las injusticias sociales y la violencia, al menos con la oración. Quitar
nuestros pecados con la confesión
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