“Pal Palabrabra de Vida” Franciscanos de María
DOMINGO XIII: Nadie te puede ayudar como
Dios
(Mc 5, 25-30): “Había una mujer que padecía flujos de
sangre desde hacía muchos años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase
de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de
mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás,
entre la gente, le tocó el manto... Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias”.
Cada vez hay más personas que acuden a magos y adivinos para buscar
recetas de felicidad. Cada vez hay más depresiones y suicidios, fruto en muchos
casos de decepciones y de frustraciones. Cada vez hay más matrimonios rotos,
más ancianos solos, más abortos. Y, sin embargo, teóricamente, cada vez
tendríamos que ser más felices pues el nivel de vida mejora y la prosperidad
está arraigada en muchas familias.
El problema está precisamente en que la gente busca la felicidad donde
no puede encontrarla. Muchos hacen como la mujer enferma de que habla el
Evangelio, que en la búsqueda de la salud, de la felicidad, ha gastado todo su
dinero, toda su energía, toda su vida, y en lugar de mejorar ha empeorado.
Durante un tiempo, quizá a esa mujer, lo mismo a que a tantos otros, le fue
bien. Pero luego volvieron los problemas, incluso aumentados, y de nuevo se
ilusionaron con otra cosa material en la que soñaron que podían encontrar la
felicidad que buscaban. Y así una y otra vez, mientras va pasando la vida, que es
el tesoro que se va gastando y que no tiene forma de ser renovado.
En cambio, aquellos que han apostado por Cristo y que han hecho de Él la
fuente de su felicidad la han encontrado y lo han hecho al margen de las
situaciones cambiantes de la vida e incluso de los sufrimientos que nunca
faltan. Demos gracias a Dios por haberle encontrado y aferrémonos a su manto,
sin separarnos de Él, porque sólo Él nos puede curar, consolar, fortalecer y
llenar de esperanza.
PROPÓSITO. Analizar dónde estamos buscando la felicidad, en quién estamos poniendo
nuestra confianza. Si sabemos que sólo Dios nos da la vida, ser coherentes y
acudir a Él.
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