SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE
Que agradable es elevar esta oración a Dios: “Señor auméntanos la fe” y lo decimos en plural por ser una petición del pueblo creyente, que emula la que los apóstoles hicieron en su tiempo. Y esta solicitud que ha de hacerse con verdadero recogimiento de espíritu, con amor sincero a Dios y al prójimo, especialmente en el templo en el momento de la Consagración de la Hostia Santa, o en otro espacio, no tendrá respuesta si la fe que pedimos o la que tenemos, no guarda una intima coherencia con las obras de misericordia corporales y espirituales recomendadas por el mismo Cristo.
Siendo la fe un don de Dios que como virtud teologal se recibe en el bautismo, junto con la caridad y la esperanza, persiste en nosotros aunque estemos de espaldas a Dios, es decir aunque se haya perdido su amor,, porque nos queda fe para creer y esperanza para esperar. Por lo tanto para que esta virtud fundamental no se enfríe ni caiga en la rutina, es necesario una adhesión permanente con Dios o un estar en disposición para lograrlo, mediante una vida de oración ejemplar, el cumplimiento de los mandamientos de Dios, y la frecuencia de los sacramentos en especial la Confesión y la Eucaristía; de tal manera que así protegidos es difícil que la tentación del pecado por ser humanos nos derrumbe, pero también por ser humanos y conscientes, estamos en el deber de levantarnos para creer en la inmensa misericordia de Dios y esperar con humildad la decisión de su amor.
Los Apóstoles que fueron adoctrinados por 3 años en la Palabra de Dios y que confesaron su credo en el Mesías que los guiaban, ante los planteamientos de Cristo de ejercer un verdadero amor al prójimo, en perdonar siempre e incluso al enemigo, y prestar el mejor servicio haciéndose servidores, hicieron un alto para exigir a Jesus que les aumentaran su fe. Esta petición sigue vigente y estará vigente hasta el final de los tiempos, porque se necesita un fe cristiana solida que sepa anteponer ante los preceptos de los hombre y el secularismo de hoy, la Palabra de Dios, la verdad del evangelio, y estar dispuesto a su defensa aún con la misma vida. Necesitamos una fe real y consecuente con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos, para que nuestras acciones agraden al Señor, para cumplir con nuestro deber, no por simple temor a Dios, sino por el agradecimiento que le debemos y que estamos dispuestos a ejercer siempre. Auméntanos la fe Señor, no solo para ir a Misa Dominical, sino a misa cada día; para creer en los misterios de la Religión de Cristo; para aceptar que el pan y el vino dejar de ser especies en la consagración ministerial, para ser auténticamente carne y sangre de Jesucristo. Auméntanos la fe, para aceptar que arrepentidos y con propósito de enmienda, en la confesión el sacerdote nos absuelva de la pena eterna. Pero también Señor auméntanos la fe para dar siempre sin esperar recibir, para ver con cariño al hermano que pide, al abandonado, al que deambula por las calles en busca de limosna y tratar de resolver su problema dentro de las posibilidades.. Auméntanos la fe, para ser obediente a las disposiciones de la Iglesia, para lograr la unidad y la coherencia con su mensaje.
Auméntanos la fe para imitar a San Francisco de Asís en su oración: Haz de mi Señor un instrumento de tu paz, donde hay odio ponga amor, donde hay ofensa ponga perdón, donde hay discordia ponga unión, donde haya error ponga verdad, donde haya duda ponga fe, donde haya desesperación ponga esperanza, donde haya tinieblas ponga vuestra luz, donde haya tristeza ponga alegría. Señor hazme un instrumento de tu paz y un fiel cumplidor de tu doctrina.
OCTUBRE 2010.
Siendo la fe un don de Dios que como virtud teologal se recibe en el bautismo, junto con la caridad y la esperanza, persiste en nosotros aunque estemos de espaldas a Dios, es decir aunque se haya perdido su amor,, porque nos queda fe para creer y esperanza para esperar. Por lo tanto para que esta virtud fundamental no se enfríe ni caiga en la rutina, es necesario una adhesión permanente con Dios o un estar en disposición para lograrlo, mediante una vida de oración ejemplar, el cumplimiento de los mandamientos de Dios, y la frecuencia de los sacramentos en especial la Confesión y la Eucaristía; de tal manera que así protegidos es difícil que la tentación del pecado por ser humanos nos derrumbe, pero también por ser humanos y conscientes, estamos en el deber de levantarnos para creer en la inmensa misericordia de Dios y esperar con humildad la decisión de su amor.
Los Apóstoles que fueron adoctrinados por 3 años en la Palabra de Dios y que confesaron su credo en el Mesías que los guiaban, ante los planteamientos de Cristo de ejercer un verdadero amor al prójimo, en perdonar siempre e incluso al enemigo, y prestar el mejor servicio haciéndose servidores, hicieron un alto para exigir a Jesus que les aumentaran su fe. Esta petición sigue vigente y estará vigente hasta el final de los tiempos, porque se necesita un fe cristiana solida que sepa anteponer ante los preceptos de los hombre y el secularismo de hoy, la Palabra de Dios, la verdad del evangelio, y estar dispuesto a su defensa aún con la misma vida. Necesitamos una fe real y consecuente con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos, para que nuestras acciones agraden al Señor, para cumplir con nuestro deber, no por simple temor a Dios, sino por el agradecimiento que le debemos y que estamos dispuestos a ejercer siempre. Auméntanos la fe Señor, no solo para ir a Misa Dominical, sino a misa cada día; para creer en los misterios de la Religión de Cristo; para aceptar que el pan y el vino dejar de ser especies en la consagración ministerial, para ser auténticamente carne y sangre de Jesucristo. Auméntanos la fe, para aceptar que arrepentidos y con propósito de enmienda, en la confesión el sacerdote nos absuelva de la pena eterna. Pero también Señor auméntanos la fe para dar siempre sin esperar recibir, para ver con cariño al hermano que pide, al abandonado, al que deambula por las calles en busca de limosna y tratar de resolver su problema dentro de las posibilidades.. Auméntanos la fe, para ser obediente a las disposiciones de la Iglesia, para lograr la unidad y la coherencia con su mensaje.
Auméntanos la fe para imitar a San Francisco de Asís en su oración: Haz de mi Señor un instrumento de tu paz, donde hay odio ponga amor, donde hay ofensa ponga perdón, donde hay discordia ponga unión, donde haya error ponga verdad, donde haya duda ponga fe, donde haya desesperación ponga esperanza, donde haya tinieblas ponga vuestra luz, donde haya tristeza ponga alegría. Señor hazme un instrumento de tu paz y un fiel cumplidor de tu doctrina.
OCTUBRE 2010.
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