DOMINGO XX: Comulgar para
vivir en Él
(Jn 6,53-57): "Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros... El que come mi carne habita en mí y yo en él".
Cristo
se nos ofrece como verdadera comida que repone nuestras fuerzas y nos invita a
“comerle”, nos invita y anima a que utilicemos el alimento que nos ofrece y que
es su propio cuerpo y su propia sangre, su propia vida, Él mismo. Es decir,
Jesús nos regala el don de la Eucaristía y nos pide que vayamos a comulgar. No
hacerlo –cuando se está preparado para ello- es algo que va contra nuestros
propios intereses. Pero tras este regalo del Señor lo que queda patente es su
amor. Cristo nos ama y porque nos ama desea ayudarnos, sostenernos en nuestras
luchas. Consolarnos en nuestras tribulaciones, acompañarnos en los momentos de
dolor y de alegría. Cristo nos ama y la Eucaristía es una de las pruebas
mayores de ese infinito amor. Sabiendo esto, debemos preguntarnos: ¿Le amamos
nosotros?¿Correspondemos a su amor con todas nuestras fuerzas? ¿Le decimos que
puede contar con nosotros lo mismo que Él nos dice que podemos contar con Él?.
La respuesta al amor es el amor. Por eso,
aprendamos a amar a Cristo intentando tener su misma medida. Vivamos en Él,
comulgando y rezando, trabajando y ayudando al prójimo, estando en gracia de
Dios con la confesión. Vivamos en Él para que Él pueda disfrutar de vivir en
nosotros. Vivamos con Él, con su fuerza, para poder dar la respuesta de amor
que él tiene derecho a esperar de nosotros. Vivamos por Él, movidos por el
agradecimiento a Él, que ha hecho tanto por nosotros. Así cumpliremos lo que
decimos en la Misa: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
PROPÓSITO: Comulgar todas las veces que sea
posible, pero hacerlo bien preparado. Por lo tanto, confesar si se tienen
pecados graves o si hace tiempo que no se confiesa.
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