lunes, 19 de mayo de 2014

EL APOSTOLADO EN LA VIDA ORDINARIA

“Léalo y Reflexione”                                                                 Francisco Jiménez Fermín

            APOSTOLADO EN LA VIDA ORDINARIA
Hoy en mi columna reflexiono sobre el Apostolado en la vida ordinaria, tema importante desarrollado por San José Maria Escriva en su libro: Amigos de Dios. En la religión católica, quien se haga llamar cristiano tiene que ser apóstol y su apostolado lo ejercerá en la vida, desde el momento cuando se hizo creyente e hijo de Dios por el Bautismo, hasta cuando reciba el llamado del Padre para pasar a la vida eterna. Y tenemos que hacer el apostolado porque Dios lo quiere, porque así nos lo ha mandado: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio” (Mc 16,15).
San José María Escriva, nos dice que para cumplir ese apostolado se puede hacer  de muchas maneras, antes que nada: con el ejemplo, viviendo de acuerdo con la voluntad de Dios, como vivió Jesucristo con su vida y sus enseñanzas; y nos advierte que la verdadera fe es aquella que no permite que las acciones o las obras que hagamos no contradigan lo que se afirma con las palabras”. Examina tu conducta personal, y mide la autenticidad de la fe de lo que crees y celebra la Iglesia. No somos verdaderamente creyentes si no nos esforzamos por realizar con nuestras acciones lo que confesamos con los labios
San José María nos recomienda: En medio del trabajo, en la casa, en la calle, con todos los problemas que se tengan, allí y solamente allí, en ese momento nuestras palabras y nuestras acciones y hasta nuestras miserias desprenderán ese  bonus odor Christi (buen olor de Cristo), que la gente apreciará para decir: “He ahí un cristiano” Y si tu admitieras la tentación de preguntarte: ¿Quién me manda a meterme en esto?, la respuesta está en la petición que el mismo Cristo te hace.”: La mies es mucha, y los obreros son pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a su mies. No concluyas cómodamente: Yo para esto no sirvo, para esto ya hay otros; esas tareas me resultan extrañas. No, para esto, no hay otros; si tu pudieras decir eso, todos podrían decir lo mismo. El ruego de Cristo se dirige a todos, a cada uno de los cristianos. Nadie está dispensado: ni por razones de edad, ni de salud, ni de ocupación. No existen excusas de ningún género. O producimos frutos de apostolado o nuestra fe será estéril.
Prosigue San José María: ¿Quién ha dispuesto que para hablar de Cristo, para difundir su doctrina, sea preciso hacer cosas raras o cosas extraordinarias? : Vive la vida ordinaria, trabaja donde estés, procura cumplir con los deberes del Estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, haciéndolo cada vez mejor, sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Ese sería tu Apostolado.
Cristo no acepta que tu fe la tergiverses, cuando dices creo en la Iglesia pero no en sus sacerdotes, no me confieso con hombres sino a solas con Dios, poco me importa el que sufre a mi lado, el que pide o el marginado ya habrá alguien que les atienda, y tu puedes ayudar y no lo haces, no comulgo porque la hostia y el vino consagrado en la misa siguen siendo pan y vino, y no cuerpo y sangre de Cristo. En el culto me comporto a mi manera, en la política estoy con el gobierno y su partido, comulgo con sus ideas y repito todo cuanto dicen de los curas y de la Iglesia. Tu eres entonces un cristiano falso e hipócrita, un mal cristiano indigno de la misericordia de Dios.                MAYO 14.



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