sábado, 10 de agosto de 2013

¿QUIEN SE QUIERE MORIR?



“Léalo y Reflexione”                                                     Francisco Jimenez Fermin

QUIEN SE QUIERE MORIR
        Realmente, NADIE, realmente nadie se quiere morir, ni el más joven ni el más viejo, ni el rico ni el pobre, ni el que tiene poder o no, ni el virtuoso o el vicioso, ni el más puro ni el pecador, solo quiere morir quien por circunstancias diversas ha perdido el juicio o justifica un suicidio El cristiano convencido, que acepta con esperanza el llamado de Dios, confía en su  misericordia  y tiene fe en la promesa divina de la vida eterna y en el juicio final establecido por  Dios para juzgar a vivos y muertos.
            Si Ud. mi hermano, Hijo de Dios, creyente o no, supiera el momento cuando Cristo vuelva, si conocieras el día y la hora de tu muerte, seguro que estarás preparado y abrirás la puerta para recibirle y glorificarle. Y esta preparación no consiste en ponerse cómodo y esperar tranquilamente, si es que tienes la dicha de una muerte feliz, con sufrimientos o sin ellos, y con plena conciencia de tu situación, lo primero que has de hacer es dar gracias, porque te ha permitido usar los Sacramentos establecidos por Cristo mismo para la salvación del alma: La Confesión sacramental, La Eucaristía, La Unción de los enfermos y la Oración, Pero desgraciados aquellos a quienes sorprende la muerte, que les llega inesperadamente, y sin tiempo para el arrepentimiento, ni si quiera a solicitar misericordia, su suerte está echada y el final de su alma es la condenación eterna del infierno. Por supuesto que estas reflexiones se hacen para quienes creemos en la vida eterna y en la inmortalidad del alma, por ello es fundamental abrir los ojos en esta corta vida terrena, para no despreciar nunca el Gran Negocio de la Salvación del alma sea desde el Purgatorio o desde la Gloria del Cielo.
¡Estar preparados...!
            Jesús nos exhorta a estar vigilantes, como están los siervos que esperan a su señor para abrirle la puerta apenas llegue. La venida del Hijo del hombre puede considerarse bajo un doble aspecto y ambas exigen estar bien preparados. Una se refiere a su venida al fin del tiempo (Parusía) para poner fin a la historia. Entonces «vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos». De ésta no sabemos «ni el día ni la hora». Por eso la actitud cristiana es vivir en permanente espera. Sin embargo muchos pensarán: «para esa última venida de Cristo falta mucho». Aceptemos que sea así, pero su venida, cuando nos llama para poner fin a la vida en esta tierra, podrá ocurrir en cualquier momento, de allí la vigilancia que se ha de tener, porque la actitud que Jesús reprueba es la del que dice: «Mi señor tarda en venir» y, por eso, se despreocupará y dejará de vigilar.
Todo esto se queda claro, si consideramos lo dicho por Jesús como un comentario a la parábola sobre aquel hombre que había atesorado riquezas para disfrutar «muchos años». La conclusión de esa parábola era ésta: «Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste ¿para quién serán?» (Lc 12,20). El mayor desastre sería que llegara el Hijo del hombre y nos encontrara distraídos y despreocupados, demasiado absorbidos por las cosas de este mundo. Al que se encuentre en ese caso, dice Jesús, «lo separará y le señalará su suerte entre los infieles». En cambio, para el que tiene su tesoro en el cielo y espera con gozo la venida del Señor, dice esta bienaventuranza: «Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentra así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de toda su hacienda».
Dios permita que esta Reflexión, pueda enderezar senderos, entonces  sentiríamos que hemos cumplido con el deber de predicar su Palabra. Para cualquier comentario hágalo por Twitter @franjifer.                                                                       

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