“Léalo y Refelxione” Francisco Jiménez Fermín
POR EL AMOR DE DIOS
Por el amor de Dios, el creyente agradecido ama a Dios, y lo ama como Dios manda, con todo el corazón, con toda el alma, con toda su voluntad. Lo ama primero que todo y que todos, y por Él ama a su hermano como se ama así mismo. Entendemos de esta forma el primer mandamiento de la ley divina, y damos por cierto la síntesis de los diez mandamientos en uno, hecho por Cristo al instituir el mandamiento del Amor y diremos como con San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”, porque quien ama a Dios lo único que puede hacer siempre será el bien.
En la cotidianidad los creyentes y especialmente los bautizados, quienes por la gracia del sacramento son hijos de Cristo, están en el deber de llenarse de motivaciones para mantener ese amor, y para su promoción y acción les basta con revisar La Palabra de Dios en las Escrituras tanto de la Vieja o como de la Nueva Alianza, para degustarla y digerirla. Allí está la Creación del universo, allí está la creación del hombre mismo, los profetas, Cristo el Hijo Redentor, quien redime al hombre del pecado, y su Espíritu Santo quien lo santifica durante su vida terrena. Allí está el misterio de la Pascua Cristiana, la pasión, muerte y Resurrección de Jesús, todo lo que por amor al Padre hizo el Hijo para la redención del hombre. Está la Iglesia única, santa y universal que nos dejó para preservar la fe y sus enseñanzas a través de los siglos, y que aún con sus errores por ser comunión de hombres, permanece incólume porque cuenta con la gracia de Dios y jamás será destruida por el mal. Allí están los Sacramentos y en especial la Reconciliación o Confesión y la Acción de Gracias, Eucaristía o Comunión. Allí está el Magisterio de la Iglesia con sus santos que son modelos y testimonio para el mundo cristiano. Todas estas circunstancias son motivos inmateriales por lo cual hemos de dar gracias a Dios todos los días desde la salida del sol hasta su ocaso. Pero además hay otros muchos motivos de carácter material, no fundamentales como los primeros, pero si importantes en la vida de un cristiano agradecido.
Así daremos gracias a Dios por lo que somos y tenemos; por lo que hemos tenido y ahora no tenemos, por haber tenido juventud ahora cuando se esta viejo, de haber tenido trabajo cuando ahora estamos jubilados, de haber tenido nuestros padres que nos cuidaron y que se nos han adelantado en el camino; gracias por la salud que hemos tenido y que ahora no tenemos; por el pariente que perdimos y que pudimos disfrutar de amistad y su presencia. Dejemos de ser por naturaleza desagradecidos, por qué olvidar lo que hemos disfrutado de un bien, cuando lo hemos perdido. Porque solo miramos lo que falta y no lo que aún queda, porque nos dejamos envolver por el pesimismo y las lamentaciones. Demos gracias a Dios por lo que aún tenemos, por nuestra religión, la familia, la comunidad donde vivimos. Demos gracias a Dios porque podemos compartir con los demás, en nuestro entorno; porque podemos dar, ¿ acaso no es mejor dar que recibir, dar limosna que recibirlas; visitar a un enfermo que estar enfermo?. Demos gracias a Dios porque no le regateamos el tiempo, pidámosle más tiempo disponible para darle más, pidamos mas recursos para ayudar mas, es decir comprometámonos con Dios es darle los máximos esfuerzos para no conformarnos con los mínimos. El agradecimiento a Dios y por Dios, si no lo sientes no te agobies, lo importante es tu disposición en hacerlo, en la medida que comprendas que agradecer es amor, sentirás realmente que Dios es primero y lo mas importante en tu vida.
POR EL AMOR DE DIOS
Por el amor de Dios, el creyente agradecido ama a Dios, y lo ama como Dios manda, con todo el corazón, con toda el alma, con toda su voluntad. Lo ama primero que todo y que todos, y por Él ama a su hermano como se ama así mismo. Entendemos de esta forma el primer mandamiento de la ley divina, y damos por cierto la síntesis de los diez mandamientos en uno, hecho por Cristo al instituir el mandamiento del Amor y diremos como con San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”, porque quien ama a Dios lo único que puede hacer siempre será el bien.
En la cotidianidad los creyentes y especialmente los bautizados, quienes por la gracia del sacramento son hijos de Cristo, están en el deber de llenarse de motivaciones para mantener ese amor, y para su promoción y acción les basta con revisar La Palabra de Dios en las Escrituras tanto de la Vieja o como de la Nueva Alianza, para degustarla y digerirla. Allí está la Creación del universo, allí está la creación del hombre mismo, los profetas, Cristo el Hijo Redentor, quien redime al hombre del pecado, y su Espíritu Santo quien lo santifica durante su vida terrena. Allí está el misterio de la Pascua Cristiana, la pasión, muerte y Resurrección de Jesús, todo lo que por amor al Padre hizo el Hijo para la redención del hombre. Está la Iglesia única, santa y universal que nos dejó para preservar la fe y sus enseñanzas a través de los siglos, y que aún con sus errores por ser comunión de hombres, permanece incólume porque cuenta con la gracia de Dios y jamás será destruida por el mal. Allí están los Sacramentos y en especial la Reconciliación o Confesión y la Acción de Gracias, Eucaristía o Comunión. Allí está el Magisterio de la Iglesia con sus santos que son modelos y testimonio para el mundo cristiano. Todas estas circunstancias son motivos inmateriales por lo cual hemos de dar gracias a Dios todos los días desde la salida del sol hasta su ocaso. Pero además hay otros muchos motivos de carácter material, no fundamentales como los primeros, pero si importantes en la vida de un cristiano agradecido.
Así daremos gracias a Dios por lo que somos y tenemos; por lo que hemos tenido y ahora no tenemos, por haber tenido juventud ahora cuando se esta viejo, de haber tenido trabajo cuando ahora estamos jubilados, de haber tenido nuestros padres que nos cuidaron y que se nos han adelantado en el camino; gracias por la salud que hemos tenido y que ahora no tenemos; por el pariente que perdimos y que pudimos disfrutar de amistad y su presencia. Dejemos de ser por naturaleza desagradecidos, por qué olvidar lo que hemos disfrutado de un bien, cuando lo hemos perdido. Porque solo miramos lo que falta y no lo que aún queda, porque nos dejamos envolver por el pesimismo y las lamentaciones. Demos gracias a Dios por lo que aún tenemos, por nuestra religión, la familia, la comunidad donde vivimos. Demos gracias a Dios porque podemos compartir con los demás, en nuestro entorno; porque podemos dar, ¿ acaso no es mejor dar que recibir, dar limosna que recibirlas; visitar a un enfermo que estar enfermo?. Demos gracias a Dios porque no le regateamos el tiempo, pidámosle más tiempo disponible para darle más, pidamos mas recursos para ayudar mas, es decir comprometámonos con Dios es darle los máximos esfuerzos para no conformarnos con los mínimos. El agradecimiento a Dios y por Dios, si no lo sientes no te agobies, lo importante es tu disposición en hacerlo, en la medida que comprendas que agradecer es amor, sentirás realmente que Dios es primero y lo mas importante en tu vida.