REFLEXIONES SOBRE EL EVANGELIO DEL 27/09/2009
Por el Padre Santiago Martín Rodriguez
El Evangelio de esta semana nos habla de la gran amplitud de miras de Jesús, que contrastaba con la estrechez de sus apóstoles, para los cuales el número de los elegidos se reducía tanto que prácticamente casi ninguno podía pertenecer a él. El Señor nos invita hoy, lo mismo que entonces, a abrir las puertas de la Iglesia para que todos
puedan encontrar en ella su sitio, al margen de su raza, de su situación social, de su país o incluso de su militancia política. Cristo ha venido a salvar a todos y no excluye de su amor redentor a ningún hombre. Todos, pues, caben en la Iglesia. Todos están llamados a ser hijos de Dios por la fe y el bautismo y a ser buenos hijos de Dios por la caridad. Todos caben en la Iglesia, pero ¿cabe todo en ella? Porque si bien lo primero no nos crea ningún problema, lo segundo sí. Os pongo en ejemplo. Hace varios años, al acabar la misa, se me acercó un matrimonio muy enfadado y me dijo que no iba a volver a venir a la parroquia, que preferían irse a otra Iglesia, porque yo hablaba de política. Este, afortunadamente, es un caso excepcional, pero os lo refiero porque creo que es importante. Estaba entonces en tramitación, por parte del Gobierno socialista de Zapatero, la ley que equiparaba a la familia con las uniones homosexuales y les daba a
éstas la posibilidad de adoptar niños y la Iglesia había rechazado abiertamente dicha ley. Yo, por supuesto, había apoyado en la homilía el documento de los obispos españoles al respecto. La ley, por desgracia, se aprobó. Con aquel matrimonio que, lleno de ira, me increpó por apoyar a los obispos, reaccioné diciéndoles que esta sería siempre su casa y que ellos eran libres de ir donde quisieran a misa. No los he vuelto a ver, lo cual no
se ha notado porque nuestra parroquia está siempre abarrotada de gente. Sin
embargo, aquel hecho me hizo pensar mucho y la conclusión que saqué creo que
sirve para aplicarla al Evangelio de esta semana. Me dolió que un matrimonio dejara de venir a la Iglesia -me dijeron que iban a ir a otra donde el cura decía cosas que a ellos les gustaban más-. Pero me pareció lógico que eso sucediera. Era triste, pero era inevitable. Para que no hubiera pasado, los obispos deberían haber callado ante la ley en cuestión, lo mismo que deberían callar ante la ley del aborto que se acaba de aprobar esta semana en España, o antes tantas otras leyes que van contra la familia y la vida.
Si los obispos callaran -y yo con ellos- este tipo de católico, muy minoritario, no tendría problema en ir a la Iglesia, en aplaudir a los obispos y probablemente también en aplaudirme a mí. Lo mismo harían los medios de comunicación que, en su mayoría, defienden y apoyan al Gobierno en su política radical antifamiliar y antivida. La cuestión es ¿qué haría Jesucristo? ¿Estaría contento el Señor con una Iglesia que, por no molestar a nadie y buscar el aplauso de los que mandan, se callara ante tamañas
injusticias? ¿Acaso no fue Él quien llamó a los poderosos de su época "sepulcros blanqueados" y "raza de víboras"? ¿No se ganó él la enemistad de la mayoría y al final la muerte por defender a la mujer o por defender la primacía de la persona sobre la ley cuando, por ejemplo, curaba en sábado? O, dicho de otra forma, ¿no habría vivido Jesús plácidamente muchos años enlugar de morir en la cruz a los 33 si hubiera aceptado las componendas de los sacerdotes, de los fariseos o de los que extorsionaban al pueblo?
Todos caben en la Iglesia, pero ¿todo cabe? Evidentemente, no. ¿Y si viene
alguien con algo que no está dispuesto a dejar fuera por entrar en la Iglesia? ¿Y si vienen personas para las cuales lo primero es la fidelidad a un partido político que promueve el asesinato de inocentes antes que la fidelidad a Jesucristo? ¿Y si nos chantajean diciéndonos que si defendemos la vida ellos no vienen? En la casa de Dios pueden entrar con pecados, pero no con la intención de permanecer en sus pecados. A Dios puedes pedirle misericordia, pero no que tolere el pecado y que diga que lo bueno es malo para contentarte a ti o a los tuyos. Hay momentos en que hay que elegir
entre Dios y el diablo y las componendas no sirven. No sé si se podrá ser socialista y católico, desde luego no se puede ser abortista y católico. Todos caben, pero no todo cabe.