YO SOY EL MESIAS, EL QUE HABIA DE VENIR
Jesús de Nazaret, concebido en el vientre de María por obra y gracia del Espíritu Santo, en su vida pública durante 3 años, no se identificó como Mesías ante las autoridades judías, el Sanedrín, los escribas y fariseos, tampoco lo hizo ante las autoridades romanas que sometían su pueblo, ni lo hizo ante sus apóstoles escogidos y sus discípulos que lo seguían, a quienes interrogó en la ciudad de Cesárea de Filipo, cuando les dijo: ¿Quién dice la gente que soy yo?, le respondieron unos dicen que Juan el Bautista, Jeremías, Isaías o algún profeta, y para ustedes que están conmigo ¿Quién soy yo?. Pedro quien se destaca en el grupo tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo, Jesús le dijo: hijo de Jonás, eso que has dicho te lo ha revelado mi Padre que está en el cielo.
Sin embargo Jesús se identificó plenamente como tal ante una persona extraña, que no era judía, una mujer samaritana en el pozo de Jacob y en un diálogo ameno entre los dos, Jesús le dijo; yo soy ese de quien hablas, el Mesías, el Cristo que había de venir. Como lo narra el capítulo 4 del Evangelio de Juan, lo comentamos: Jesús, sus apóstoles escogidos y muchos discípulos que le seguían, después de un largo camino del trabajo evangelizador llegaron cansados, sedientos y hambrientos al pueblito de Sicar en la región de Samaria, Jesús, cerca del mediodía, se recostó a descansar en el pozo de Jacob donde manaba el agua que calmaba la sed de la población, y el resto de sus acompañantes se fueron a comprar comida. A esa hora del día se acercó al pozo para sacar agua una mujer samaritana pecadora, cuyo nombre no se menciona, y estableció un diálogo con Jesús, cuando éste le pide que le de beber para calmar su sed, y la mujer que lo reconoce como judío, le recrimina: Como siendo judío te atreves a pedir agua a una Samaritana, conociendo las diferencias entre nosotros, y Jesús le replica: “Si conocieras el don de Dios, si supieras quien es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva, y él te la daría”. Ella ripostó Señor no tienes con que sacar agua de esté pozo, ¿de donde vas a sacar esa agua viva?, pero Jesús insistió: “El que bebe de esta agua del pozo volverá a tener sed, pero quien beba del agua que yo le daré convertirá a su persona en un chorro que salta a la vida eterna”, y termina invitándole que busque a su marido y vuelva. Ella dice que no tiene marido y Jesús le revela que dice la verdad porque ha tenido 5 y el que tiene ahora no lo es, queda estupefacta y emocionada, y llega a reconocerlo como profeta. Fue suficiente este diálogo para su conversión y la conversión de otros muchos pobladores que le exigirían a Jesús que pernotara dos días más en su comunidad.
Este evangelio para los cristianos de hoy tiene plena vigencia, porque Cristo es realmente el enviado como Mesías para redimir a todo el mundo y no solo al judío, que esa agua viva que nos dejó es alimento permanente que nos lleva a la vida eterna, que la Eucaristía su cuerpo, sangre, alma y divinidad, que por la transubstanciación de las especies del pan y vino, se convierten en verdadera carne y sangre del Señor Jesús, que no solo es agua viva que calma la sed del alma del cristiano y lo convierte permanentemente, también en la puerta angosta por donde nos invita a pasar y es pastor universal de todos, es luz del mundo sal de la tierra, la verdad, la resurrección y la vida. No seamos duros de corazón y atendamos la llamada del Mesías, creamos en su Palabra, en su doctrina y en su Iglesia, trabajando por la salvación de las almas y por la unidad de los cristianos. JULIO 2011.
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